Atilio Segovia

 

Atilio Segovia

Como muchos cantadores centrales, Atilio Segovia ha desempeñado variados e incluso 
muy pintorescos oficios para ganarse la vida, mientras el demorado salto al canto profesional acababa por convertirse en realidad. Ayudante en un cementerio, panadero y 
hasta luchador de lucha libre, este nativo de Chaguaramas, estado Guárico, Venezuela, 
se inició en la pasión por el canto de joropo central casi sin darse cuenta, cuando tenía 
ocho o nueve años de edad. 
Estando aún niño, conoce a Salvador Rodríguez y a Margarito Aristiguieta, los dos grandes exponentes de la música del arpa, maraca y buche, quienes lo animan a cantar “un 
golpecito” junto a ellos, dejando sembrado en el niño Atilio, el gusanito del joropo. 
Siendo ya adulto, Atilio da el salto a la promoción de bailes, para conocer, desde adentro, 
el mundo de los legendarios juglares de Miranda y Aragua. Se codea así con el “Gabán 
Tacateño”, “El Turpial Mirandino” y el arpisto Máximo Bogado, y empieza a abonar el 
terreno para armar su propio sello disquero. 
Promotor y empresario discográfico, Atilio Segovia alterna, muchas veces, con el reconocido Brígido Ríos, quien para ese entonces se hacía acompañar de otro “monstruo” de la música central, el muy solicitado arpisto Martín Herrera. Entre Martín y 
Brígido, le montan “una celada” al novel Atilio para que tome el micrófono y los capachos, y de una vez por todas entre en el 
mundo del canto profesional. Atilio, convencido por sus connotados amigos de que sí podía hacerlo, emprende una fructífera 
carrera a los 35 años de edad. 
Ya del todo involucrado en el mundo del joropo, como uno de sus más consecuentes y queridos cultores, Segovia se confiesa 
como un enamorado y un humorista. Es a través de esas dos vertientes, lo jocoso y lo romántico, como ese soñador de objetos 
realizables enrumba su trayectoria hacia un sitial destacado dentro de los cantadores de golpe tuyero. 
Cordial y nostálgico, apegado a su familia y a los grandes ideales, hoy más que nunca Atilio Segovia reafirma su vocación por 
el folclore central, hasta el punto de confesar: “Yo quiero morir cantando”. INFORMACIÓN SUMINISTRADA POR LUIS LAYA
 

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